Trujillo tiene historia agradable por todas partes.
En 1920 Trino Vásquez y María de los Santos Álvarez se unieron para constituir un hogar en el sector de Las Araujas, explícitamente la calle 5 entre la iglesia y la familia Márquez. Siete sus hijos, Hernán, Víctor, Heriberto, Rodolfo, Ada Luisa, Josefa y Luis, quienes se desenvolvieron en una morada sencilla, pero colmada de amor, trabajo y disciplina. Al morir Trino, María tomó la iniciativa, 1940, de llevarse la prole hacia Caracas, aventurando un presente y futuro mejores.
Se ubicaron en una casita en la esquina de “Cola e’ Pato” en El Guarataro y María de los Santos, mujer de temple y creativa en los menesteres culinarios, ideó una venta de empanadas al estilo criollo de esa época que, con mucha suerte y calidad, se propagó por el vecindario y varios sectores aledaños e, inclusive, hasta El Paraíso. Los hermanos se entregaron de lleno al negocio para atender la inmensa demanda de clientes, quienes degustaban tan exquisitas masas rellenas de variadas especies.
La familia Álvarez no se quedó allí, pues la matrona, inquieta y progresista, y Hernán, el retoño mayor, viendo el positivo producto de su trabajo optaron por ocupar un local más amplio y en el centro de la metrópoli, de Maderero a Bucare, cercano a la popular plaza Miranda de El Silencio. Aquí comienza la gran leyenda, 1949, cuando Doña María y sus vástagos amplían su radio de acción trasladando la riquísima arepa trujillana al paladar caraqueño y venezolano. Jamás se le había ocurrido a alguien o algunos distribuir arepas originales con embutidos de la deliciosa comida criolla; por eso, se convierten en los precursores de estos expendios que, indiscutiblemente, son areperas bajo el aditamento de lácteos, carnes y charcutería de maravilloso sabor. María dispuso que la empresa se denominara Los Hermanos Álvarez, no obstante ser la dueña de la cocina, del aroma y de todo; situación que nos dice la clase de persona con buen corazón y límpida mente.
Los descendientes aceptaron la decisión de su mamá y por voluntad de ellos completaron el calificativo de Centros Criollos de Nutrición de Los Hermanos Álvarez. No faltaban los elementos que les advertían de que este comercio era riesgoso; sin embargo, siguieron adelante, seguros de lo que estaban haciendo y hacia donde iban. En semanas aquel recinto se tornó insuficiente por la inmensa cantidad de consumidores que cataban tan novedoso y rico manjar. ¿El misterio? la disposición y sazón de María de los Santos e hijas, mientras los varones se encargaban de ventas, administración, higiene, buena presencia del inmueble y de la atención única para los comensales y visitantes.
Los capitalinos le asignaron a las arepas el mote de tostadas, dada la consistencia de la masa que se doraba muy bien y en forma apetitosa, más el pasmoso relleno. El local de la plaza Miranda, con aviso, mobiliario y cocina, bastante sencillos, bajo modesto y reducido personal. María e hijas instruyeron a sus empleados en la elaboración de arepas, amasando muy bien la mezcla con un punto de mantequilla “Alfa”, la de máxima calidad en ese momento; seguidamente, redondeado el amasijo, por unidades, se colocaban por 5 minutos en el budare; y, finalmente, al fogón para luego completarlas con el relleno de variados sabores. Aquello fue el oculto del gusto para delicia de caraqueños y venezolanos y por ello el lema que impusieron “del budare a su boca”.
La cocina casi no podía cubrir tanta demanda, pero así continuaron hasta pensar en abrir más sucursales. Cuando inauguraron dicho establecimiento, esperaron varios minutos para que arribara el primer cliente y le tocó a un joven del sector que tarareaba canciones, Alfredo Sánchez Luna, posteriormente convertido en el tenor favorito de Venezuela con el apodo artístico de Alfredo Sadel. Para Los Hermanos Álvarez ha sido y es un honor este detalle, como también la presencia de la representante mujer criolla, quien con su belleza conquistó al mundo por naciente vez, Susana Duijm.
Es el caso de que en 1955 esta dama fue coronada Miss Mundo en Inglaterra y Los Álvarez, en homenaje a tan trascendental acto y con la llegada de ella al país, se les ocurrió vestir de reina a una sobrina de 12 años y la sentaron en un silla, como trono, en la entrada del recinto que, asimismo, sirvió de atractivo para los consumidores. Varios de ellos admiraban el hecho y entraban a comer y dialogar; pero, uno de tantos, le pareció tan curiosa la permanencia de la niña allí que indagó su porqué y Heriberto explicó que en tributo a la reina Susana; entonces, el señor respondió que él era cliente fijo de la arepera y que como padre de
Heriberto, maravillado por tan insigne primor, le garantizó que desde ese instante ese tipo de arepa sería denominada “
Personajes siempre ingeniosos; pendientes de temas actuales; y aplicando innovaciones a los nombres de sus productos. Un cliente usual, que disfrutaba de sus traguitos, solicitaba la exquisita sopa de mondongo (hecha con mute, vitualla, panza y patas de res y con todo el temblor gelatinoso de sus tuétanos), para calmar nervios y bebida y la pedía en voz alta: ¡dame un nervioso! y los Hermanos la sustituyeron por este calificativo, que duró largo tiempo. Después de esto y del laurel de la “Reina Pepeada”, que hasta el presente es el más típico, tradicional y trascendental sabor de la arepa venezolana, impactaron con “
Siguieron “
Luego de este rotundo triunfo en su comercio primario de Maderero a Bucare, abrieron otros locales en el orden siguiente: Gran avenida, entre plaza Venezuela y Sabana Grande, en 1955; y en los años sucesivos, Muñoz a Solís; Circo Metropolitano; plaza de Catia; Cují a Romualdo; Avenida Victoria; y 6 más para un total de 13. Orgullosos los dueños de recibir a miles y miles de pueblerinos y otras figuras renombradas como Renny Ottolina; Oscar Yanes; Aquiles Nazoa; Luis Frómeta (Billo); Renato Capriles; Abelardo Raidi; Omar Lares; Julián Montes de Oca; e Isidoro Cabrera; entre los decenios del 50 y 60; y este último, con su célebre coche, conducía pasajeros y, a la vez, los llevaba a degustar con él esas ricuras; y en sus paradas de Monjas a San Francisco, Capitolio y de la plaza Altagracia, les interpretaba canciones bajo su vieja guitarra.
Avanzaron sabores e impresionantes nombres del día. “Dominó” (blanco y negro), caraotas negras y queso blanco rayado; “
Efectivamente, lo hicieron y quedaron maravillados por el invento de aquel personaje que estaba llegando al desarrollo del fruto, pues condujo el maíz a la fabricación en empaques para hacerlos aterrizar en el seno de las cunas caraqueñas y venezolanas. Su compuesto, maíz sancochado pasado por máquina de pulverizar y llevado al seco para que con químicos proporcionar la duración del mismo. El creador, Luis Caballero Mejías, que asimismo fue el iniciador de talleres técnicos y con Luis Beltrán Prieto Figueroa y Félix Adams, abrieron las Escuelas Técnicas e Industriales en el país (la de Caracas, donde laboró, lleva su nombre). Vendió la fórmula (1958) al manufacturero Lorenzo Mendoza y éste la convirtió en harina precocida para arepas y, a la vez, fundó la acreditada empresa PAN.
Jamás se imaginaron María de los Santos y su fiel y versada cocinera, Isabel Arocha, mirandina con más de 20 años de servicio (aún vive), que su mezcla llegaría a industrializarse para comodidad del pueblo. Otros conocidos visitantes: Salvador Salvatierra, Carlos Morales, Eugenio Mendoza, Oswaldo Karma, Ignacio Luis Arcaya, Manuel Egaña, Amador Bendayán, Francisco Amado Pernía, Marco Antonio “Musiú”
Complacidos de haber degustados estas arepas en dos etapas, 1956-1958 y 1959-1962, mientras duraron nuestros estudios en Caracas. Ellos, entusiasmados con las ventas; una de 85.000 tostadas en un solo sitio y en una jornada (de 5 p.m. a 4 p.m, de lunes a sábado y varios domingos que salían con sus empleados, a esa hora, para la playa, disfrutando de lo lindo); y en cinco lapsos, todos sus locales, sumaron 120 millones de arepas y dos millones de platos, entre mondongo y sancocho de gallina. Después de algunos años de trabajo, tres Hermanos, Hernán, Heriberto y Rodolfo, viajaron por Cuba, México y Estados Unidos (Miami y Nueva York). La matrona comenzó a envejecer y sus hijos avizoraron nuevos menesteres, al lograr otras profesiones. Hernán, contador público; Víctor, músico; Josefa, labores de hogar; Rodolfo, psicólogo; Heriberto, administrador de empresas; Ada Luisa, maestra; y Luis, mecánico especializado en diesel. Trágica para la parentela, la desaparición de Hernán el 20 de agosto de 1967, motor fundamental de la corporación. Esto y la de ir hacia diferentes actividades, aligeró, el siguiente año, 1968, la disolución de la compañía, vendiendo cada uno de sus negocios y el último ofertado, frente al cine Lido en Chacaíto. Varios fueron adquiridos por “El Matracazo” (todavía existen dos o tres). María, al nido familiar; y el resto de vástagos, a las carreras señaladas. El 5 de febrero de 1973 dejó de existir Víctor; 10 años después, 14 de julio de 1983, pereció la gran señora de la casa y del comercio, María de los Santos; posterior, el 8 de junio de 2000, murió Josefa; y el 6 de septiembre de 2006 falleció Rodolfo. Estos decesos han venido acabando con los robles de la triunfante y laboriosa estirpe de Los Álvarez; pero, tres Hermanos, Ada Luisa, Luis y Heriberto, viven en Caracas y este último se ha mantenido, por muchos períodos, en contacto firme con su tierra trujillana, ejerciendo labores de bienes y raíces e invirtiendo en inmuebles y áreas de la construcción. Es propietario del Hotel “
1 comentario:
Gracias por compartir tan hermosa historia de superación y de cultura venezolana.
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